Aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes.
De esta manera tan formidable empieza la primera película de la trilogía londinense de Woody Allen. Con esta excusa podría escribir sobre el azar, el destino o los momentos en los que nos confesamos valedores de una cosa o la otra según sople el viento. Podría, pero lamento decepcionar a quién lo esperara.
No quiero escribir sobre la suerte, sobre el arbitrio al que nos sometemos, aparentemente, cada segundo de nuestras alocadas vidas. No, este no es mi cometido, al menos para este boletín.
Yo quiero hablaros de algo mucho más elemental. Quiero hablaros del tenis. ¿Me acompañáis? El otro día estuve hablando con el entrenador sobre las distintas empuñaduras. Porque no sé si sabíais que una raqueta es una raqueta, pero que una raqueta puede cogerse de muchas formas diferentes.
No me refiero a cogerla para hacer estupideces varias. No eso lo dejamos para los momentos de intimidad, para los momentos en los que no nos mira nadie. Hablo de que podemos agarrar la raqueta de diversas formas reglamentarias. Cuando me lo explicaba se me abrió un mundo de infinitas posibilidades.
De acuerdo, estoy exagerando un poco. Lo admito. Sin embargo, tengo que confirmar que, efectivamente, sí que existen distintas empuñaduras. Cuando un jugador escoge una empuñadura, indirectamente, está decidiendo el estilo de juego que llevará cabo. Puede optarse por un estilo ofensivo, defensivo, algo más equilibrado, priorizar la potencia, el efecto, el juego lento, la altura del bote de la pelota…
Pero la historia no acaba con el hecho de decantarse por una empuñadura para sentirse preparado para jugar. No, eso no es todo incrédulos lectores. La cosa tiene mucho más miga. Voy a intentar explicarlo de la mejor forma posible, y esta vez sí, trataré de conectarlo con pensamientos más profundos.
Os contaba que uno puede decidir a priori su empuñadura preferida. No obstante, cuando el juego se inicia el jugador se ve sometido a muchas situaciones distintas. Las situaciones puede conducirte a tener que realizar diferentes golpes. No es lo mismo un golpe de derechas de fondo de pista, que un golpe de derechas de media pista. No es lo mismo un golpe defensivo que una dejada ofensiva. No es lo mismo un golpe con efecto, que un golpe plano. Y no es lo mismo un revés a dos manos que un revés cortado. No es lo mismo.
En el tenis, como en la vida, un jugador tiene que moverse con un juego de piernas que resulta muy importante, y tiene que escoger el golpe que le viene mejor para la situación en la que se encuentra y para el resultado que espera obtener. Cada decisión resulta vital para el desarrollo del juego. Una mala decisión, un mal golpe, puede desencadenar en una final fatal. A veces, uno jugador puede rehacerse de una mala decisión y terminar ganando la partida, pero no siempre se tiene el viento favorable.
Lo interesante del tema (y no digo que lo anterior no lo fuera) es que cada golpe tiene una leve modificación en la empuñadura. Claro, empezamos con una empuñadura que la podríamos denominar empuñadura general, que es la que determina tu estilo de juego. Sin embargo, tal empuñadura estará sujeta a pequeños cambios durante el transcurso del partido. Sí, tendremos que adaptar nuestra posición, cómo agarramos la raqueta, según el golpe que hayamos decidido acometer. Todo, sí, todo, en fracciones de segundo y de manera altamente sincronizada.
Nos enfrentamos a diario a situaciones que requieren que tomemos una decisión. Como personas hemos escogido cuál es nuestra empuñadura. Habrá momentos en la vida que decidamos ser más conservadores y otros en los que sintamos que tenemos que arriesgar. Esa sería nuestra empuñadura general. Etapas de la vida en las que nos aventuramos a lo desconocido sosteniendo una actitud proactiva. Otras, en cambio, en las que preferimos verlas venir y mostrarnos más cautos. Lo habitual, no hay doble lectura en esta reflexión.
No obstante, sea cual sea nuestro estilo general, el momento en la vida en el que estemos inmersos, los retos se suceden, los cambios se precipitan, tenemos imprevistos, y el destino o la suerte marcan el ritmo de nuestro existir. En esos tenemos que ser hábiles, ser capaces de modificar ligeramente nuestra empuñadura para ajustar nuestro golpe, para no caer tendidos a la lona, para no besar el suelo y dar por perdida la partida.
El día que hablé con Garci me comentaba, como buen seguidor del boxeo, que los boxeadores eran los auténticos existencialistas, que junto a Sartre, ellos sí que sabían qué narices era eso de ser existencialista. No le faltaba razón. Pero sin tanta entrega física, porque los golpes se reciben a distancia, el tenis también tiene un posado existencialista o al menos es lo que me parece a mí. No sabremos quién debería ajustar mejor los golpes, si el que pelea encima de un cuadrilátero o el que se marchita bajo el sol en una pista de tenis. En todo caso, todos tenemos que asimilar que “que gran parte de la vida depende de la suerte” y que lo único que podemos hacer es tratar de controlar nuestra empuñadura.
El viaje cultural de esta semana no contiene tantas lecturas como las formas de darle con la raqueta. Primero he visto tres películas distintas:
Tiovivo
Holmes & Watson. Madrid days
Atraco a las tres
Las dos primeras las vi para terminar de preparar la charla con Andrés Moret, autor del libro “Una vida de repuesto. El cine de José Luis Garci”. Simplemente, de la segunda quiero compartir con vosotros algunas palabras que rescato prácticamente del final de la película.
Alcántara: “Si lo he entendido bien, Jack es alguien que viene del futuro”.
Holmes: “El futuro no existe, Alcántara. No. Existe la duda. Existe el temor ante el porvenir. El futuro es un invento de los vencedores. Su mejor arma para manejar, manipular, para asustar, para comerciar, para guerrear. Pero sí, es el progreso, el desarrollo quien encubre a Jack y le camufla.”
Watson: “Ayudados por el poder. El poder económico, el poder político, el poder de la prensa, el poder judicial… El poder: ese virus que cambia de lugar y de intención constantemente, año tras año, siglo tras siglo desde que el mundo es mundo.”
Holmes: “Las redes que rodean a los corruptos son tan invisibles como indestructibles. Y duran más que los gobiernos y los reinados. No investiguen con el corazón, háganlo con el estómago.”
Más adelante, encontramos lo siguiente.
Watson: “Jardines del Buen Retiro. Así se llama el parque de Madrid.”
Holmes: “Eso es. Retirarse. Apartarse un poco del ajetreo, de esta cosa tan mecánica que le llamamos vida, Watson.”
Watson: “¿Y qué piensa hacer?”
Holmes: “Tengo mis abejas, mi microscopio. Me gustaría saber por qué las abejas hacen sus celdas de forma hexagonal y no redondas o cuadradas. Tengo mi violín. Un paseo por Hyde Park después de haber leído el Times. Tal vez, una bicicleta. Y algo de sol.”
Watson: “¿Y una mujer?”
Holmes: “Por Dios, Watson. No sea aguafiestas. No añada niebla al paisaje.”
Por último, esta conversación final entre los dos protagonistas.
Watson: “En realidad vivimos en una era terrible. ¿No cree, Holmes? Guerras, crímenes, puritanismo, que es aún peor, y creíamos que este iba a ser el siglo de la inventiva, de la ciencia y ya ve.”
Holmes: “Pero también ha sido el siglo de Charles Dickens, de la ley del divorcio y del origen de las especies del señor Darwin. Y del boxeo, y de las apuestas. Y de los pubs, Watson. Esos maravillosos lugares que nos permiten no llegar a casa antes de tiempo.
Watson: “Tengo que irme. Se me hace tarde y tengo que ir a la modista”.
Holmes: “A nosotros nunca se nos hace tarde, querido Watson. Al contrario, siempre se nos hace pronto.
Watson: “Cierto, querido Sherlock.”
Holmes: “Dele recuerdo a Mery de mi parte”.
Watson: “Se los daré.”
Holmes: “Ay, el amor. Eso sí que es una droga. La más peligrosa, la más adictiva. Ojo con ella, Watson.”
A mis primeras tres capturas quiero añadir algún que otro despiste cultural. El lunes pasado, no este, sino el pasado, tuve la oportunidad de realizar una visita al Museo Sorolla de Madrid. El museo está cerrado los lunes, pero nos invitaron a una visita privada con el comisario de la exposición temporal Orígenes. La exposición terminaba ayer, 19 de marzo y pasará a una mejor vida en Valencia, creo que por tres o cuatro meses. Sobre la exposición os dejo el dosier de prensa que lo explica mucho mejor que lo que podría hacer yo: Dosier
Más allá de la exposición, estuvimos visitando la colección permanente que va ampliándose a medida que van adquiriendo obras. Fue muy interesante lo que nos contaba el comisario sobre la adquisición de obras por parte del Estado para el Museo Sorolla. Para que nos lo explique a todos, yo siempre pensando en vosotros, lo tendremos de invitado próximamente en el podcast, pero ya avisaremos cuando llegue el momento. De la colección quería compartiros solamente dos obras:
Madre. Una obra para celebrar la maternidad y, tal vez, una obra muy diferente de lo que consta en su repertorio artístico. Podéis disfrutar de las distintas tonalidades del blanco.
Paseo a orillas del mar. Una pintura clásica de Sorolla, con esa luz, esos colores, que recoge directamente el aroma del Mediterráneo. La playa, ese concepto que ya tenemos todos en nuestro imaginario, visto desde la perspectiva de una época distinta.
Por último, quería compartir una última captura con todos vosotros. ¿Conocéis el concepto Estridentopolis? Resulta que la semana pasada estuve también por el Museo Reina Sofia. Allí, me tope de frente con una historia de una urbe utópica que quería romper con los referentes coloniales europeos reivindicando otro tipo de belleza que se yuxtaponía a los antecedentes prehispánicos. El movimiento que impulsó esta utopía se llamó estridentismo y fue integrado por agitadores sociales y artistas autóctonos que habían estado por Europa y Estados Unidos realizando una serie de viajes iniciáticos y que querían volver a la herencia precolonial o la cultura popular como recurso para buscar una modernidad con identidad propia.
Aquí se termina este boletín para privilegiados no intelectuales que no debe ser demasiado tomado en consideración. Para los más enganchados a este boletín os anuncio, exclusiva, que este viernes recibiréis otro boletín nuevo con un tema distinto. Será diferente, pero también formará parte de esta locura por la que estoy pasando. Ya os daré más detalles en el boletín de presentación del viernes. De todas formas, no me hagáis demasiado caso en todo eso y disfrutad mientras podáis.
Alexis Piquer